dimarts, 12 de març del 2013

Eldmen: La búsqueda de los Yrlions (2)

Capítulo II: Destino


Alfesel llegó al centro del pueblo buscando la posada antes nombrada por el guarda, se encontraba en la plaza central donde se reunían comerciantes de la comarca para vender sus artículos y productos. Alfesel se paró al lado de un gran roble que se ubicaba en el centro de la plaza. Al lado de ese viejo roble había un mercante, ya de larga edad, que vociferaba en común, con acento un tanto extraño, que en su parada se hallaba el mejor acero de todo el sur de Oriernalds:
- Muchos ejércitos desearían tener este acero para librar sus batallas!!!
- Acérquense mis señorías, pues mis productos son de la más alta calidad!!!
El viejo anciano seguía anunciando sus productos, pero lo máximo que conseguía era atraer a mirones, que después no compraban nada. Alfesel sintió curiosidad pues el hombre sonaba convencido de que vendía el mejor acero de todo el sur, así que decidió acercarse a echar un vistazo a la parada de aquel humilde mercante de pelo ralo y canoso. Cuando estuvo delante de su parada esperó al viejo comerciante mientras éste despachaba a un cliente que lo estaba tratando de embustero:
- ¿Pretendéis venderme este acero mal forjado? ¿Acaso te pensabas sucia rata que no veo que la mayoría de tus artículos están mellados u oxidados?
Alfesel miraba la situación, aquel hombre con matices de mercenario exageraba con creces, cierto era que el acero no era de la mejor calidad, pero tampoco eran restos recogidos tras una batalla…
El viejo comerciante miró al hombre que tenía plantado delante de él y con gestos de aprobación le expresó:
- Veo que sois un hombre que entiende, le enseñaré uno de mis mejores artículos.
Éste se agacho y sacó arrastrando un baúl: 
- Aquí sólo guardo los artículos más lujosos, pues únicamente los compradores más exigentes son merecedores de verlos.
El cliente miraba con impaciencia y cierto recelo al viejo mercante, éste miró a Alfesel y dijo: 
- Seguro que sacará más baratijas, como la morralla que tiene aquí, no me quedaré a esperar para ver más mierda...
Dicho esto escupió en el suelo y se fue, Alfesel observó al comerciante y este se percató de su presencia:
- ¡Ohhh! veo que vos si tenéis interés en mis productos joven señor!
-¡Acercaos, acercaos! - Exclamó el mercante mientras sacaba una llave de su bolsa.
Alfesel se acercó, mientras veía como el mercante abría el baúl y sacaba uno de los artículos que ocultaba dentro:
- Mirad esta daga, está hecha con el mejor de los aceros de todo el imperio, forjada en los fuegos de las montañas del norte. La empuñadura está hecha con las maderas nobles del sur, de los bosques de ébano.
Alfesel miró la daga que el viejo le mostraba pero él no necesitaba armas nuevas; su padre forjó para él las dos dagas gemelas con acero de las minas de Edril.
- No gracias no busco una daga ni mucho menos un arma, sólo sentí curiosidad por ver sus artículos – Comentó Alfesel al viejo mercante, mientras éste aún seguía describiendo el arma.
- ¿No os interesa? Tengo muchos más artículos que seguro si le convencerán.
- Mire, mire - Exclamó el mercante mientras se agachaba para sacar su siguiente artículo.
Esta vez sacó del baúl una espada corta cuya empuñadura estaba hecha con hierro negro y tenía una runa grabada en la parte central. Alfesel miró la runa y preguntó al viejo mercante si se trataba, realmente, de una de las 8 espadas del antiguo reino Enano.
- Sólo es una réplica - Expresó el mercante - Pero le aseguro que está hecha al mínimo detalle, incluso fue forjada con los métodos de los herreros enanos – Dijo afirmando completamente convencido.
Alfesel miró al viejo y le dijo que no, que no le interesaba.
El comerciante se agachó rápidamente para coger otro artículo, antes de que su cliente marchara.
Alfesel mientras tanto, miró los demás artículos que el viejo tenía detrás de él colocados en un par de estantes donde había distintos tipos de armas y en tres barriles que contenían bastantes espadas y vainas entre otras. El mercante ya había sacado otro artículo, esta vez era un mayal, y se puso a explicar las cualidades de dicha arma pero Alfesel estaba mirando una funda desgastada que el mercante tenía apoyada contra uno de los estantes. La funda tenía una espada dentro cuya empuñadura parecía oxidada y la vaina también estaba en un estado lamentable. 
Era una espada muy larga, y aunque tuviera la empuñadura herrumbrosa, denotaba haber sido una gran arma, pensó Alfesel mientras el mercader le insistía en que comprara el mayal que en aquellos momentos le mostraba:
- Su precio es muy razonable; seguro que os interesa - Dijo el viejo mientras depositaba el mayal sobre el estante.
- No gracias - Dijo Alfesel y seguidamente señaló el mandoble que estaba apoyado en el estante detrás del mercante:
- Me interesaría ver esa arma que tenéis apoyada ahí…
El mercante se volvió para ver que artículo le señalaba el joven comprador pero al verlo rápidamente volteó la cabeza mirando fijamente a Alfesel y en tono seco respondió:
- No está a la venta, creo que debería marcharse. Apuntilló el mercante en tono severo.
Dicho esto el mercante recogió las armas anteriormente mostradas y, con suma delicadeza, las depositó en el baúl:
- Voy a ir cerrando ya la parada.
Anunció el viejo hombre, mientras seguía guardando sus productos.
Alfesel no entendió ese cambio de actitud. Pues el sólo se había interesado por una vieja espada:
- Honorable comerciante. ¿Le he ofendido en algo? ¿Hay alguna razón por la cual no pueda ver esa arma? No puedo entender la postura que está tomando y su cambio de humor tan repentino.
El comerciante miró al elfo y haciendo una mueca le dijo que no quería que volviera por su parada, que se marchara y, chasqueando los dedos, le hizo señas para que se fuese.
Alfesel miró al viejo, agachó la cabeza, y vio detrás de aquel extraño hombre la vaina de esa espada que tanto le había llamado la atención por su peculiaridad, a la que no encontraba explicación.
Seguidamente, y viendo que el mercader no estaba dispuesto a razonar, se dispuso a marchar en busca de la posada, decepcionado por no haber podido examinar la espada y su vaina.
Miró a su alrededor buscando la posada “El morro de Rug”.
El guarda tenía ¡razón! la posada no tenía perdida. Allí estaba. En frente suyo.
Se dirigió al establecimiento alegrándose porque por fin, después de varias jornadas de duro e intenso viaje, podría comer bien y dormir cómodo.
Empezó a dirigirse hacia la entrada que era acogedora. Las puertas eran de buena madera y en las losas de piedra de la cabeza del marco de la puerta principal habían grabado la palabra: POSADA. Justo encima de la puerta se encontraba, sujeto a una vara de hierro, el cartel donde se leía el nombre del establecimiento: “El Morro de Rug”.
Subió los escalones y se adentró en la posada. El recibidor era amplio. El suelo era de piedra y las paredes estaban tapizadas en color grana y verde. En frente suyo se encontraba un mostrador para atender a los clientes y a la izquierda de éste, había una gran puerta que conducía al salón comedor; dado que era, más o menos, mediodía la sala estaba llena de gente.
A su derecha había otra puerta abierta, de par en par, que dejaba ver un pasillo con puertas a ambos lados; posiblemente las habitaciones o los cuartos de empleados.
Detrás del mostrador había una joven que atendía a un cliente que, por su vestimenta, se podía deducir que era un alguien adinerado.
Mientras tanto, Alfesel esperaba ser atendido y miró por detrás de la puerta en dirección a la parada de ese mercader extraño. Aquel hombre estaba ya terminando de recoger su puesto y Alfesel pensó una última vez en aquella espada vieja y rota, que tanto le había llamado la atención sin saber, aun exactamente, por qué. 
Cuando volteó la cabeza para ver si ya podía ser atendido, la posadera ya le estaba diciendo, con voz suave y aguda:
- Disculpe Señor, ¿puedo atenderle?
Alfesel rápidamente dijo que si y se dirigió al mostrador.
La mujer era una bella joven con el pelo largo y rubio, los ojos almendrados y de un tono verdoso, la nariz pequeña y respingona y los mofletes, en su conjunto, repletos de pecas. Y con una sonrisa dibujada en sus pequeños y sinuosos labios, preguntó si él estimado cliente deseaba hospedarse.
Al ver el gesto de aprobación de Alfesel, la joven cogió de detrás de ella la llave número nueve y la depositó encima del mostrador, diciendo que la tarifa por noche eran de siete ardabas, evitando mirar al elfo pues se había ruborizado al ver lo apuesto que era.
Alfesel sacó del zurrón una bolsita y puso una moneda de diez encima del mostrador, preguntando al mismo momento:
- ¿Con esto se me incluye la cena y el desayuno?
La recepcionista le miró, por unos instantes, y con una tímida sonrisa en los labios dijo agradablemente que sí.
Después le indicó donde se encontraba su habitación.
- Entre por el pasillo que hay a mi izquierda y encontrará la habitación número nueve en el lado izquierdo del mismo. 
Alfesel se dirigió hacia la habitación que había pagado, cuando llegó se tiró en la cama y con el aroma de las sabanas limpias quedó impregnado de bienestar, se relajó y pudo descansar durante varias horas en un buen sitio, limpio, cuidado, y sin peligro de ser atacado.
Despertó en aquella acogedora habitación de la posada “El morro de Rug”. Se sentía reposado y en condiciones de proseguir su viaje. Miró por la ventana que se encontraba en frente suyo, los débiles destellos del amanecer entraban con fragilidad a través de sus translúcidos cristales.
Sin saber muy bien cuanto tiempo había dormido, se levantó de la cama y empezó a vestirse, se despejó remojándose la cara en la pequeña palangana que la habitación tenía instalada en la esquina derecha, justo al lado de la ventana. 
Terminó de vestirse con ropas más ligeras que tenia de recambio y se dispuso a salir a ver si el comedor estaba ya abierto.
Cruzó el pasillo hasta llegar al comedor, pero éste estaba aún cerrado; decidió volver a la habitación y reposar un rato más.
Volvió a su estancia y se tumbó de nuevo en la cama y mientras esperaba a que abrieran el comedor, pensó en repasar la ruta que Ganix le marcó en el mapa.
                                                                                                       Continuará…


dijous, 21 de febrer del 2013

Buiracs i altres complements de cuir / Carcaj y otros complementos de cuero / Quivers and others leather accesories

Buiracs/ Carcajs/ Quiver

Buirac de quatre tipus de cuirs cosits entre si formant una sola peça.

Buirac de cintura plegable; Inclou el cinturó i bossa lateral.

Bossa lateral del buirac plegable.

Buirac plegat.

Buirac desplegat.

Estoigs/ Estuches/ Cases







Fundes mòbil/ Fundas movil/ Phone covers




dilluns, 22 d’octubre del 2012

Carcaj / Buirac (S) Induriel










Gracias a nuestra madre que nos ha brindado las posibilidades de poder elegir un modo de vida alternativo, hemos podido entrar en el mundillo de las pieles y el cuero.
La idea fue recibida por parte de una tienda de arcos (http://www.arcosibanez.com/ESP/Default.aspx), estos dos Carcajs (Buirac, en catalá) son los primeros que hemos hecho.

En la siguiente pestaña (pestaña aún no creada) de este mismo blog incluiré otros artículos como nuevos carcajs, protectores, fundas, tiradores, etc,  según los vayamos elaborando, iré publicando las fotografías de los trabajos realizados.

Esta entrada es una pequeña demostración de los primeros carcajs y funda para arco que hemos hecho.

Gracias y espero que os gusten.


Negro con detalles marrones y lobo / Negre amb detalls marrons i llop

 Marca de nuestros carcajs en pirograbado  / Marca dels nostres buiracs en pirogravat (Induriel)

Funda para arco de cuero sintético / Funda  per arc de cuir sintètic

Sello y Marca  / Segell i Marca 

Carcaj de modelo común con detalles en piel naranja / Buirac comú amb detalls de pell taronja

Sello de nuestros trabajos con piel / Segell dels nostres treballs amb pell (S de Sinués)

A tot això Gràcies per tot  el recolzament mama ,
t'estimem moltíssim un petó moooolt gran.
Gracias Loren per aportar les pells i  per començar 
a comportar-te... 
Gracias por  la visita. 

divendres, 15 de juny del 2012

Los Imperiales atacan nuestra base, los Republicanos salimos en su defensa...

Cuando entro en el servidor todo feliz deseando de hacer unas diarias de lvl 50 en Black Hole me encuentro con algo impactante....El Imperio atacando la base de la República!. Porque no unirnos en su defensa^^. Solo miren y verán lo que sucede :)

Espero que os guste!!!  





Para visitar mi canal de youtube y ver mas vídeos o pedirme algo solo tenéis que darle a esta imagen:


dimarts, 5 de juny del 2012

Eldmen: La búsqueda de los Yirlions (1)


Lo que me inspiró a crear y escribir esta narración, con la ayuda de mi hermano y el apoyo de nuestra madre, fue el recuerdo de todas las noches de imaginación compartida y buenos momentos jugando/dirigiendo, a lo largo de cuatro años, la partida del juego de Rol que creé: Eldmen La búsqueda de los Yirlions.
Iré haciendo las entregas de los capítulos debido a su larga extensión por los largos años de partida realizada y vivida. 
Espero disfrutéis con la lectura de esta aventura que nos llevará a recorrer y conocer las fantásticas tierras de Eldmen y los curiosos, peculiares y múltiples personajes que en ellas  habitan.

Capítulo I  Un inicio
Varios días habían transcurrido desde su última estancia en una posada, llevaba varias jornadas de camino y le empezaban a escasear los víveres. Las últimas dos noches las había pasado en vela huyendo de unos supuestos vendedores de esclavos. Andaba cansado y con los músculos doloridos por el azote del viento la tierra el sol y la noche, sin tener que mencionar la huida de los comerciantes de esclavos.
Mientras andaba con pasos lentos y cansados por aquel estrecho camino que bordeaba la ladera de la montaña Kreel, entre los pinos los alcornoques y los robles, recordaba lo sucedido en el pequeño pueblo de Faren.
Aquellas gentes, cuando descubrieron su condición elfa, lo trataron de maldito y ha golpe de espada y bastón lo echaron entre persecuciones y maldiciones, sin darle tiempo a abastecerse de comida agua y descanso reposado para su viaje. Ni tampoco tiempo ha dar una explicación de por que se encontraba de paso por aquel pueblo. Si hubiese podido predecir el futuro, jamás hubiese puesto en su sano juicio un pie en la Aldea de Faren. Para colmo ya había pagado una habitación en la posada de Chanco chancas. La mejor según aquella mujer, que días atrás encontró junto a las puertas de la muralla de Faren vendiendo hierbas para curar migrañas y cólicos intestinales, que de nada mas servían. La misma que chillo como una loca obsesiva, para que le cortaran las orejas ha aquel elfo indigno y que lo quemaran con aceites bendecidos por los dioses a los que esas gentes adoraban.
Por suerte pudo huir de allí sano y salvo, con la fortuna de no tener que derramar sangre, pues su destreza le permitió escapar por los tejados y las calles de Faren, hasta llegar a los bosques que bordeaban la zona meridional de Kreel.
Desplazose por aquel bosque espeso durante dos jornadas y media seguidas, descansando al caer la noche en las copas de los pinos.
El Tercer día al atardecer, des de su huida en Faren, fue emboscado en el cauce del río Vlar por media docena de hombres, una especie de mercenarios, o algo así. Estos lo agredieron, atacándole con Dardos trampas y otros artilugios de caza.
Los primeros en saltar sobre el portaban grandes espadas de acero, seguramente templado en alguna forja de el reino de Ytea dado que la hoja terminaba en hoz en vez de terminar en pico. Estos atacaron sin piedad alguna, tapando sus rostros con aquellos yelmos de cuero bruñido con estampaciones en bronce.
No tuvo más remedio que desenfundar las dagas que siempre colgaban de su cinto y como dos destellos, las dagas bloquearon las vastas armas de los supuestos mercenarios, y sin perder el equilibrio desviando el golpe del que ataco por su flanco derecho, haciendo tambalear a su adversario hacia delante. Aprovecho y con la mano derecha libre, golpeo con el interior del filo en la caja torácica del enemigo, hendiendo el filo de la daga elfa, forjada a partir de una aleación que solo esas gentes conocen.
Y con aquel golpe seco, perforo el arnés de cuero y el coselete de bronce hasta penetrar en la carne del enemigo, partiendo varias costillas y llegando al pulmón. Derribando así al primer enemigo, se dispuso a terminar con el siguiente, que aun mantenía el acero pegado al de su daga, este gritó una especie de señal, un graznido en un dialecto desconocido para el. A sus espaldas aparecieron dos más, de detrás de unas cornisas a no demasiada altura, armados con cerbatanas y arcos. De sus flancos diestro y siniestro aparecieron dos más de entre los matorrales, con unas hondas.
No tubo tiempo para pensar, al verse rodeado por aquella especie de mercenarios que le habían atacado sin que él les hubiese dado motivos y solo siguiendo un impulso que surgía de su interior, golpeó con el mango de la daga la garganta del adversario con tanta ferocidad que le hundió la tráquea. Este soltó la espada y cayo al suelo tosiendo y esputando sangre por la boca, medio ahogado.
No le remató...
Teniendo ya abatidos los que le habían atacado al cuerpo a cuerpo, guardó las dagas y se agazapó junto ha la roca que le había cubierto de los proyectiles, lanzados por los demás mercenarios, ahora enfurecidos por que sus compañeros yacían cerca del elfo.
Sacó su arco de caza y cogiendo una de las flechas que fabricó unas semanas atrás con las ramas de aquel cedro y las plumas de azor que le entregó su amigo Gánix. Extendió el arco y con  todos los sentidos a flor de piel disparó una de las 19 flechas que le quedaban en el carcaj.
Acertó en el hombro izquierdo del enemigo que venia por su flanco derecho. Justo antes de que este lanzara con la honda el proyectil. Que al impactarle la flecha, perdió la estabilidad y la fuerza con el brazo. La piedra le golpeó la pierna haciéndole caer al suelo de bruces.
Sin darle tiempo a ver como caía el enemigo, recibió un golpe en la pierna por una de las piedras lanzadas con la honda del que venia por su flanco izquierdo. Esta le golpeó con fuerza, pero no con la que venia lanzada, pues la piedra choco contra la roca y rebotó contra el muslo de el elfo. De este modo lo que hubiera sido un hueso machacado, fue tan solo un buen moratón.
Mientras, los dos mercenarios que estaban situados en las cornisas lanzaban flechas y dardos venenosos contra el elfo. Este se cubría detrás de la roca, cerca de sus compañeros que yacían de bruces en el suelo.
Alfesel meditó un instante pensando si debía enfrontar a los atacantes o escapar y no tener que derramar más sangre de un modo banal y absurdo. En ese instante oyó un fuerte esputo, giró la cabeza y vio que uno de los dos enemigos abatidos, exactamente el que recibió el golpe en la tráquea. Intentaba reincorporarse mientras con la mano izquierda buscaba la espada a tientas. Entre dientes el mercenario soltó un murmuro, que Álfesel oyó perfectamente como si hablara con una voz clara y concisa, pese a estar con la boca chorreante de bilis sangre y saliva.

- Maldito Elfo, no sabes con quien te enfrentas. Llevamos varias jornadas siguiéndote el rastro y ahora no te nos escaparas ¡¡¡¡escoria!!!! Por los seres como tu, dan un buen precio los nobles de ciertos países. Y no eres el primero que capturamos...

Al oír ese murmuro tan claro en sus oídos Álfesel maldijo aquel mercenario y una sensación, que recorrió todo su cuerpo. Como si por sus venas corrieran alfileres ardientes que le sofocaban y le hacían perder la razón, imbuyéndolo en cólera, al oír esas palabras.
Agarrando la flecha con la diestra, se abalanzó sobre el cuerpo del mercenario que aun buscaba su arma a tientas. Clavándole la flecha que sujetaba, en el cuello rollizo de aquel bárbaro desalmado.
Así pues abatió a su adversario y justo cuando el cuerpo de su enemigo caía al suelo y las plumas de la flecha clavada, le rozaban la yema de los dedos mientras se desplazaba junto con el cadáver, Álfesel recobró la serenidad y ese ardor interno se apaciguó de golpe con otra sensación, un pinchazo que le recorrió por detrás de las orejas.
Entonces sin pensarlo empezó a correr hacia el bosque frondoso, esquivando las flechas y los dardos que le disparaban desde retaguardia, hasta adentrarse en el frondoso bosque, no miró hacia atrás, una vez estuvo entre los arboles, se sintió seguro y a salvo. Durante unos instantes mientras avanzaba a largos trancos por esos bosques, seguramente mas jóvenes que el, oyó a lo lejos el murmuro y las maldiciones de aquellos bárbaros que ahora, gritaban al cielo reclamando venganza y jurando a viva voz que darían muerte al mal nacido que había arrebatado las vidas de sus dos camaradas.
Aceleró el paso, para perder a esos bárbaros. Tendría que procurar dejar el menor rastro, posible.
Aunque esos mercenarios, lo habían encontrado, sin que él se pudiera dar cuenta...
Llegó la noche y unas nubes oscuras tapaban la luz de la luna, Álfesel no aminoró el paso, y se pasó toda la noche y el siguiente jornal, sin descanso, comiendo lo mínimo y procurando no dejar huellas.
Al menos pudo llenar el odre de piel de cordero, en el cauce del río Vlar.
Al caer la noche paro al pie de un roble bastante mayor. Este tenía el tronco dividido en dos, haciendo un espacio entre las raíces y el tronco. Bastante ancho y resguardado, pensó que seria un buen lugar para descansar unas horas mientras pasaba la noche, dos días hacia desde el encuentro con esos mercenarios vendedores de esclavos y no los había vuelto a encontrar, seguramente les había sacado una buena distancia de camino, de todos modos se mantuvo en duermevela durante unas tres horas y al sentirse mas recuperado del cansancio, decidió seguir.
Llevaba un buen trecho andado des de su pésimo descanso, en aquel roble viejo y sabio y notaba que sus piernas le flaqueaban, siguió el camino bordeando la ladera hasta llegar a una bifurcación de caminos. Se paro en el crucé pensativo, si saber muy bien que dirección tomar: entre el cansancio y el sobreesfuerzo echo los últimos días, no tenía muy claro que hacer, se mantuvo de pie en medio del camino dubitativo. Se preguntaba a cuanta distancia se encontrarían sus perseguidores, si sus cálculos no fallaban un jornal y medio de camino, quizás un poco más si tenia en cuenta que debieron dar sepultura a sus compañeros. No estaba seguro de ello, pero poco le importaba, miró de nuevo el cartel que se sujetaba clavado en el pino que crecía justo en el cruce. Un camino llevaba hacia el Noroeste camino hacia la sierra Estecos y el otro al Sur dirección Trusm: Ciudad de antiguos reyes, ahora derrocados por el imperio de Etroen.
Sacó del zurrón el mapa que Gánix le había dado antes de partir, era un mapa de la zona hasta llegar a Condland, tenia claro que se dirigiría hacia el norte, pero quería saber a cuanta distancia estaba el siguiente pueblo.
En el mapa que le dió su viejo amigo, le aparecía marcado un pequeño pueblo (llamado Durm-Ado) al descender la ladera justo por la parte septentrional de Kreel, desde el cruce en el cual estaba situado se encontraba a medio jornal de camino hasta llegar a Durm-Ado.
Enrolló el mapa y lo guardó de nuevo en el zurrón, sacó la última porción de pan seco que le quedaba en la mochila y echó un trago al odre: medio vacío, se sentó debajo del pino que dividía los caminos, mientras terminaba de masticar aquel pan seco. Pasó una larga hora tendido bajo la sombra del pino mientras escuchaba el sonido del viento acariciar las hojas, el recuerdo de un tiempo pasado le inundó la mente, sentado bajo el abrazo de aquel árbol recordó las tardes de otoño en los bosques rojizos de Edrev, los ríos caudalosos descendiendo de los manantiales de Edril...
Abrió los ojos dándose cuenta de que se había sumergido en un profundo sueño, miró el cielo ya con un tono rojizo y violeta, el Sol descendía por poniente, y a él le quedaba aún un largo trecho hasta llegar a Durm-Ado.
Se irguió y sacudiéndose las ropas, un poco raídas por el viaje, continuó su marcha rumbo Noroeste. Andó un largo trecho por aquel camino solitario escuchando el canturreo de los árboles acunados por la suave brisa de verano junto con el cantar de los múltiples pájaros, mientras el Sol iba escondiéndose por el horizonte hasta que al final la noche cubrió con su oscuro manto el cielo y la luna con su pálida luz difuminaba las sombras, entre las ramas de los altos arboles que bordeaban el camino dirección Durm-Ado.
Álfesel siguió su ruta, no tenía pensado pararse hasta llegar al siguiente pueblo donde ya procuraría echarse un largo y merecido descanso en alguna buena posada. Se cubrió la cabeza con la capucha de la capa y aceleró el paso por aquel estrecho camino, camuflándose entre las sombras del bosque y la noche.
El sol nacía en levante dando una cálida bienvenida, Álfesel ya vislumbraba el pueblo bajo la ladera, este más grande que el último.
Antes de llegar a las puertas de Durm-Ado paró un rato a reposar cerca de una ermita, desde allí veía el pueblo, era bastante parecido a Faren en el tipo de edificación, casas bajas de piedra y madera, con techos de pizarra negros y empinados.
Mientras terminaba de beberse el agua que le quedaba en el odre y reposaba un poco viendo el sol despertar.
En su pequeña parada en aquella ermita antes de llegar a Durm-Ado,
Esperó que en aquel pueblo no odiases a los de su raza y retomó el camino, saliendo de los bosques y bajando la ladera septentrional de Kreel.
Una basta llanura se extendía lejos, hasta ver al final la macha de Estecos muy difuminada por la lejanía.
Bajó el camino hasta llegar a la puerta meridional de Durm-Ado, allí en la puerta se situaban dos guardas con largas lanzas y escudos que les cubrían desde las rodillas hasta sus hombros, estos con una insignia, una especie de toro atado a una hoz por la cornamenta, o algo semejante, el símbolo de algún señor de aquellas tierras.
Al llegar a la puerta, uno de los guardias, se acercó a él y le soltó una pregunta en una lengua desconocida para el elfo.
-szneal, uk uktag?
Álfesel, con todo su respeto comunicó en común que no entendía el idioma de la zona. Entonces este al oír la explicación del foráneo, hizo una mueca y tradujo al común su pregunta.
-¿De dónde vienes forastero?
Álfesel que iba con la capucha puesta, miró la cara del guarda, esta con una larga barba rubia con un tono rojizo, que junto con el yelmo de acero, le tapaba completamente el rostro.
-Vengo de Faren y llevo varios días de viaje, terminé mis provisiones y esperaba poder repostar en alguna posada de vuestro humilde pueblo, e intentar comprar algún caballo, pues el último que tuve fue herido mortalmente por unos asaltadores de caminos.
Álfesel calló después de dar la respuesta mirando al cielo y recordando a Ethiel: Su antiguo caballo.
 El guarda lo miraba atento y con calma y eso lo tranquilizo bastante. Por último el guarda añadió.
-Bien puedes pasar, pero debo advertirte que no está permitido utilizar las armas dentro del pueblo. Así que deberás depositarlas en nuestro cuartel. A no ser que tengáis el permiso del señor de Erriughan, entonces podría dejaros pasar las armas.
No le hacía mucha gracia tener que desprenderse de sus armas, tampoco tenía el permiso del señor de esas tierras así que tuvo que ceñirse a las normas de la región en la que se hallaba; las circunstancias lo requerían.
Miró al guarda, buscó sus ojos escondidos debajo de aquel yelmo, escudriñando hasta vislumbrar el brillo de la retina de aquel curtido guarda contestándole al mismo tiempo.
- Me temo que no estoy en la posesión de dicho derecho, si sois tan amable de conducirme a vuestro cuartel, depositaré allí mis armas.
El guarda miró al elfo y haciendo un gesto con la mano dijo.
-Sígueme, se encuentra detrás de la muralla.
El guarda cruzo la puerta de Durm- Ado mientras le comunicaba  a su compañero algo en su idioma.
Álfesel le siguió con calma, cruzando el alto marco de las puertas de Durm-Ado, el guarda giró a la derecha y entró en una caseta pegada a las murallas. Una vez dentro del cuartelillo, el guarda le señaló donde podía depositar sus armas mientras sacaba una tableta de madera de pino, en la  que empezó a grabar con un cincel.
Álfesel depositó con cuidado en el lugar indicado por el guarda sus dos dagas y el arco junto al carcaj. Después se giró mirando al guarda como apuntaba sobre la tablilla.
-¿Algo más señor?- Pregunto Álfesel encogiéndose de hombros mientras esperaba la respuesta de aquel hombre, ahora con la barba llena de virutas de madera.
-Sí por último necesito, que me digas tu nombre para apuntarlo aquí.
-Me llaman Álfesel.
El guarda frunció el ceño: Ahora visible dado que se había quitado el yelmo para escribir. Añadiendo:
- ¿Vienes de muy lejos no? No había oído jamas ese nombre por aquí.
Álfesel titubeó un instante recordando lo sucedido en Faren, pensó que allí también podría ser tratado de un modo similar. Estaba en sus pensamientos  decidiéndose en si decir la verdad o inventarse su procedencia, cuando de repente el guarda hizo una mueca y dijo:
- Tranquilo Álfezel, es evidente que no sois humano. No creas que somos como en Faren. Distinguí que eras elfo antes de que cruzaras las puertas.
Y soltó una risa floja por debajo del bigote rubio, añadiendo.
-Aquí en Durm-Ado no hay culto a ese dios, por el cual te atacaron allí.
Álfesel respiró más tranquilo y respondió con voz apacible.
-Es una buena noticia para mis oídos, os doy las gracias.
El guarda le tendió la tablilla ahora marcada con unos símbolos y Álfesel la cogió.
-Cuando partas de Durm-Ado, entrega esta tablilla al guarda que se encuentre aquí, y el te devolverá tus armas.
-Gracias-Dijo Álfesel bastante satisfecho por saber que podría andar tranquilo por aquel pueblo.
-¡No hay de qué!
-¡Por cierto!- replicó el guarda:
-Si buscáis una buena posada encontrareis una en el centro del pueblo llamada Morro de Rug. Es conocida por todos en la comarca. No tiene perdida.
Y con estas palabras el guarda se levantó y se dispuso a acompañar al forastero hacia la puerta de salida de aquel pequeño cuartelillo.
Álfesel salió del cuartel mientras el guarda le indicaba que calle debía tomar para dirigirse hacia la posada, que el mismo le recomendó. Álfesel le dio las gracias y se dirigió hacia la dirección que le indicó el Guarda.
                                                                                                    
                                                                                                                (Continuará)

Mapa Ganix

divendres, 18 de maig del 2012

A guisa de saludo y bienvenida!!!!

Hasta el momento Algarrobo lo había observado con temor y ansiedad, pues no sabía con certeza que había pasado en la comarca tenebrosa. No sabía si era Ged quien estaba con él en la embarcación y desde hacía horas no apartaba la mano del ancla, pronta para perforar el fondo del bote y hundirlo allí en pleno océano, antes que llevar a los puertos de Terramar una cosa maléfica que había tomado el aspecto y la forma de Ged. Ahora, viendo a su amigo, oyéndolo hablar, no tuvo más dudas. Y empezaba a vislumbrar la verdad, que Ged no había ganado ni perdido: al nombrar a la sombra de la muerte con su propio nombre se había convertido en un hombre entero que nunca sería poseído por otro poder, y que viviría sólo por la vida misma, y nunca al servicio de la ruina, el dolor, el odio o la oscuridad. En la Creación de Ea, que es de todos los cantares el más antiguo, se dice: 

Sólo en el silencio la palabra,
sólo en la oscuridad la luz,
sólo en la muerte la vida;
el vuelo del halcón
brilla en el cielo vacío

La Creación de Ea

Historias de Terramar. Úrsula K. Le Guin


Estancia en Vélez: Rutas, Manjares Andanzas y Vagancias!


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¡Muchas gracias por todo y...
Hasta Pronto!!!!
Besitos i abraçades!